Te explicamos sobre el Cónclave, el proceso que siguen cardenales para elegir al nuevo Papa
Tras la muerte de Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, a los 88 años de edad, la Iglesia Católica se prepara para elegir al sucesor de San Pedro, en complejo ritual que tiene de siglos de antigüedad, conocido como Cónclave.
¿Qué es el Cónclave?
El proceso de elección de un nuevo Papa se conoce como Cónclave, y comienza entre 15 y 20 días después de la muerte o renuncia de un pontífice, mientras cardenales de todo el mundo comienzan a llegar al Vaticano.
El término proviene del latín “cum clave”, que significa “bajo llave”, por su carácter reservado, pues a los cardenales se les prohíbe cualquier contacto con el exterior para garantizar la confidencialidad y evitar influencias externas en el proceso de elección.
¿Dónde se realiza el Cónclave?
La elección del nuevo pontífice se lleva a cabo en la Capilla Sixtina, en el Palacio Apostólico del Vaticano, en Roma, Italia, donde los cardenales se reúnen para votar hasta alcanzar un consenso sobre el representante de Cristo en la Tierra.
¿Quiénes participan en el Cónclave?
Participan en el Cónclave los miembros del Colegio Cardenalicio que no hayan cumplido 80 años antes del día en el que quede vacante la Sede Apostólica.
Este órgano de la alta jerarquía de la Iglesia Católica está compuesto por cardenales de diversas nacionalidades. Actualmente hay 252 cardenales de 94 países en los cinco continentes:
-14 de Europa
-68 de América
-37 de Asia
-29 de África
-4 de Oceanía
Del total, solamente 138 cardenales son electores, es decir, que pueden votar por el sucesor del Papa Francisco. Durante el Cónclave, los purpurados electores se alojan en la Casa de Santa Marta, dentro del Vaticano.
Las votaciones se efectúan mediante escrutinio secreto y cada cardenal deposita su papeleta en una urna situada sobre el altar de la Capilla Sixtina.
Para que un candidato sea elegido, debe obtener una mayoría de dos tercios de los votos. Si después de varias rondas de votación ningún candidato alcanza esta mayoría, se puede imponer una votación por mayoría simple.
“Fumata blanca”: así se da a conocer al mundo la elección de un nuevo Papa
Una vez alcanzado un consenso se realiza la quema de las papeletas de votación, mezcladas con diferentes productos químicos para producir humo negro en caso de votación no concluyente, o humo blanco, la conocida “fumata blanca”, en caso de votación exitosa que indica que la Iglesia Católica cuenta con un nuevo Pontífice.
Una vez que un candidato obtiene la mayoría requerida se le pregunta si acepta ser el Sumo Pontífice. Si responde afirmativamente, se le pregunta qué nombre adoptará como nuevo Papa.
Después se dirige a la Sala de las Lágrimas, junto a la Capilla Sixtina, donde se viste con la túnica papal blanca, antes de regresar al Cónclave para sentarse cerca del altar y recibir un nuevo anillo del Pescador.
Posteriormente, el cardenal protodiácono, actualmente el cardenal Dominique Mamberti, será el encargado de presentar al mundo al nuevo Pontífice desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, con la tradicional fórmula “Habemus Papam”.
Tras esto, el sucesor de Pedro impartirá su primera bendición apostólica desde el balcón de la Basílica de San Pedro del Vaticano.
¿Cuánto dura el Cónclave?
La duración del Cónclave puede variar. Históricamente, algunos se han extendido por varios días, incluso meses y años, mientras que otros han concluido en pocas horas.
Por ejemplo, tras la muerte del Papa Clemente IV en 1268, se llevó a cabo un Cónclave que duró casi tres años, exactamente 34 meses, tras el que Tebaldo Visconti, quien adoptó el nombre de Gregorio X, fue elegido como máximo pontífice.
En contraste, el Cónclave más rápido parece haber sido la elección de Julio II en 1503, que fue designado en apenas unas horas, según el historiador del Vaticano Ambrogio Piazzoni.
Más recientemente, el Cónclave de 2013 que eligió a Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, se extendió por dos días, hasta el 13 de marzo de 2013. El proceso de elección comenzó días después de la renuncia de Benedicto XVI, el 28 de febrero de 2013. (La Razón)